WINNIPEG… el Barco de la Esperanza




JRod

El título de este artículo ha sido tomado de una obra editada y publicada en Chile, la misma que relata cómo llegaron algunos españoles exiliados de la “Guerra Civil” a nuestro continente.

Soy nieto de españoles, los padres de mi papá nacieron en Asturias, y llegaron al Perú hace aproximadamente 50 años luego de haber vivido varios años en Chile lugar donde llegaron en Barco – WINNIPEG se llamaba - y fue Pablo Neruda (Cónsul Chileno de aquel entonces) quien gestionó el asilo para los españoles quienes huyendo del franquismo, por no coincidir con sus ideas, fueron a parar a campos de concentración en Francia y a otros lugares de exilio.

El asilo se le otorgó a Españoles que tuviesen mano de obra calificada. Agricultores, carpinteros, panificadores, técnicos o pescadores (en este grupo encajaba mi abuelo y bisabuelo) quienes deberían llegar a Chile a plasmar sus conocimientos a cambio del asilo.

Desde muy chico en casa se escuchaba la historia de cómo mis abuelos habían llegado a Perú, luego de haber estado en Chile - donde nació mi padre - las mil y un peripecias que habían pasado, sin comida o comiendo cualquier vegetal o animal que se les cruzaba, pasando frío, caminar día y noche para cruzar los pirineos y llegar a la frontera, vivir en campos de concentración, ver morir a dos de sus hijos - los otros dos sobrevivieron y también residieron en el Perú (Chimbote), no poder ayudar a sus amigos convalecientes al borde del camino y muchas penurias más.

La historia se contaba una y otra vez, y los nietos (somos ocho) no nos cansábamos de oírla. La mejor parte de la historia era cuando la abuela contaba que cruzó los Pirineos con sus hijos en busca del abuelo que había partido tiempo antes con su padre y por cuestiones del destino llegaron en forma separada al mismo Campo de Concentración - no supieron sino hasta su arribo al barco que los traería a Sudamérica que habían estado en el mismo lugar.

La huída de mi abuelo y bisabuelo fue motivada por contradecir las ideas del franquismo, por lo que fueron perseguidos y buscados para ser asesinados - si no fuera por su astucia y fortaleza que les permitió huir YO no estuviera escribiendo en este momento.

La abuela contaba que tuvieron que comer hasta ratas para poder saciar el hambre, tanta hambre pasaron que por ello en su casa nunca se botaba nada y se recalentaba la comida las veces que fueren necesarias hasta acabarse. Tortillas y Cazuelas de todo, de arroz, de fideos, de papa, de chorizos, morcilla, pollo, etc… la abuela era buena cocinera y siempre era un placer comer en casa de los abuelos (Con mi hermana pasábamos un mes del verano con la abuela – el abuelo había fallecido – en la chacra que tenían en Nepeña).

La historia contada por mis abuelos y que a veces los nietos pensábamos que era exagerada, fue confirmada cuando leí el libro “EL WINNIPEG - Barco de la Esperanza” donde se narra con lujo de detalles las penurias que tuvieron que pasar los españoles que embarcaron hacia Chile. Mayor fue mi sorpresa cuando leí una relación de los exiliados y pude leer el nombre de mis abuelos y cuatro de mis tíos. De esta forma confirmé lo contado por ellos y quedé sorprendido de las coincidencias entre la historia relatada por mis abuelos y la del libro. ¡Eran idénticas!. Es más, existen varias webs con la historia (google).

Reflexiono y pienso en mi familia paterna y se me llenan los ojos de lágrimas al tratar de visualizar lo vivido por ellos… los quiero y admiro cada vez más, por las muestras de fortaleza, las ganas de vivir y salir adelante, la simpleza con la que trataban sus problemas - claro después de lo que habían vivido el resto eran pequeñeces - el sentido de solidaridad para con los amigos y familia, y por haber sobrevivido para posteriormente darme la vida.

Todos tenemos una historia que contar, como la mía… háganlo!!!. De esta forma tu vida e historia familiar se trasladará de generación en generación y no se perderán las raíces.


POEMA
“Misión de Amor”
Pablo Neruda

Yo los puse en mi barco.
Era de día y Francia
su vestido de lujo
de cada día tuvo aquella vez,
fuela misma claridad de vino y aire
su ropaje de diosa forestal.

Mi navío esperaba
con su remoto nombre “Winnipeg”.

Pero mis españoles no venían
de Versalles,
del baile plateado,
de las viejas alfombras de amaranto,
de las copas que trinan
con el vino,
no, de allí no venían,
no, de allí no venían.

De más lejos,
de campos de prisiones,
de las arenas negras
del Sahara,
de ásperos escondrijos
donde yacieron
hambrientos y desnudos,
allí a mi barco claro,
al navío en el mar, a la esperanza
acudieron llamados uno a uno
por mí, desde sus cárceles,
desde las fortalezas
de Francia tambaleante
por mi boca llamados
acudieron.

Saavedra, dije, y vino el albañil,
Zúñiga, dije, y allí estaba,
Roces, llamé, y llegó con severa sonrisa,
grité, Alberti! y con manos de cuarzo
acudió la poesía.

Labriegos, carpinteros,
pescadores,
torneros, maquinistas,
alfareros, curtidores:
se iba poblando el barco
que partía a mi patria.

Yo sentía en los dedos
las semillas
de España
que rescaté yo mismo y esparcí
sobre el mar, dirigidas
a la paz
de las praderas.